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Los mitos de dejar de fumar

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“Dejar de fumar no me compensa”

Algunas personas piensan que dejar de fumar supone un esfuerzo demasiado grande que no se ve recompensado con beneficios inmediatos. Pero hay muchas ventajas y mejoras en la calidad de vida que se perciben rápidamente. No hace falta esperar 5 o 10 años para que disminuya el riesgo de infarto o cáncer de pulmón.

El estudio de seguimiento de más de 20.000 médicos británicos, fumadores y no fumadores, a través de cincuenta años, es concluyente. Más del 50% de este colectivo eran fumadores en 1954, un porcentaje que había disminuido a un 4% en 2000 y que hoy es todavía menor (aunque fue cierto hace años, también es un mito hoy en día que los médicos fumen tanto).

Si la salud no es motivo suficiente para dejar de fumar, es posible que algunos fumadores puedan convencerse por cuestiones tan materiales como la posibilidad de ahorrar dinero del tabaco y utilizarlo en otros bienes y servicios que también pueden suministrar placer personal. Con lo que un fumador medio se gasta en tabaco al año se puede permitir unas vacaciones de una semana cada año o una cantidad suplementaria de la hipoteca para la vivienda; a lo largo de la vida, el dinero ahorrado llegaría a suponer lo que hay que destinar para comprar un coche de lujo, o sea una cantidad más que notable para cualquier fin, de ocio, educativo, inversor o benéfico. Si los más jóvenes son más reacios a moverse por motivos de salud, quizás les muevan más los beneficios incuestionables para su economía.

“No tengo suficiente fuerza de voluntad”

Mucha gente cree que dejar de fumar es un asunto de “fuerza de voluntad”. Esto es sólo una verdad a medias. La voluntad o, más bien, la motivación para el cambio, no es algo como los ojos azules o negros, que se tienen o no se tienen; es un atributo dinámico y modificable a través de un proceso madurativo de la persona y de la búsqueda de recursos personales internos y externos(20,21).

La llamada fuerza de voluntad es como un músculo. Se puede tener el bíceps atrofiado pero con un entrenamiento y unas buenas mancuernas se fortalece y aumenta su volumen y su fuerza. Así que uno no debería resignarse y abandonarse a su suerte porque “no tiene fuerza de voluntad”. Se trata de encontrar esa fuerza para divorciarse del tabaco en los beneficios para uno mismo, su familia, sus hijos o su economía.

Cualquiera puede lograr dejar de fumar, igual que ha conseguido otras cosas difíciles en la vida. Los fumadores deberían hacer un breve repaso de todo lo que han ido consiguiendo con su esfuerzo y valorar si no pueden también alcanzar esta meta. Al fumador que comienza a plantearse dejarlo, puede ayudarle recordar que millones de personas han pasado por su proceso, con sus mismas dudas, miedos y angustia. No hay que ser un superhéroe; al contrario, quizás sea bueno afrontar el proceso consciente de las propias limitaciones, pero con el convencimiento de que es perfectamente posible conseguirlo(132).

“Esto de dejar de fumar es psicológico”

Este mito está tan extendido que incluso el autor de un conocido libro de autoayuda, Allen Carr, se empeñó en propagarlo por todas partes. En la página 48 de su popular libro, dice: “… las molestias producidas por la retirada de la nicotina son tan leves que la mayoría de los fumadores viven y mueren sin haberse dado cuenta de que son drogadictos”(38,87). Ojalá fuera así, pero no lo es. El propio Carr añade, en este caso con toda razón: “En realidad, fumar es como llevar zapatos demasiado estrechos con el único fin de poder sentir un placer cuando te los quitas”, es decir “fumar para aliviar la ansiedad de la retirada de la nicotina”.

Recientes investigaciones han revelado que el método Easy Way (Allen Carr) es eficaz pero no más que cualquier otro basado en técnicas cognitivo conductuales. Se estima que han dejado de fumar gracias a él alrededor del 10% de los que lo han utilizado, lo que es positivo si lo comparamos con una cifra estimada del 8% que lo dejan espontáneamente. Si vemos la botella medio vacía, resulta que el 90% de los casos habrá fracasado pero eso es más o menos lo que ocurre con los pacientes cuando son aconsejados por sus médicos, que el 90% siguen fumando. ¿Puede considerare eso un fracaso?. ¡En absoluto! Esto querría decir que si se aconsejara a todos los fumadores, cada año habría un millón menos de fumadores en España.

Carr, fallecido hace un tiempo de cáncer de pulmón, era un asesor financiero que fumaba 60 cigarrillos hasta que un buen día dijo “hasta aquí hemos llegado” y lo dejó de un plumazo. Jamás estudió medicina ni adicciones ni investigó el problema del tabaquismo en profundidad y en toda su complejidad. Eso sí, mantuvo muchas conversaciones con fumadores y ex fumadores y fue un magnífico hombre de negocios que supo convertir su adicción y su amenaza en una oportunidad. Pero ignoró que su caso sólo representa, como mucho, el 8% de los fumadores y que al otro 92% no le iba a resultar tan fácil como a él.

“Los medicamentos no son eficaces”

Algunos manuales de autoayuda dicen que no existen sustitutos de nicotina o que no son eficaces. No es cierto. Existen y están comercializados en forma de parches, de chicles y de comprimidos de chupar. Y son útiles. Quienes recurren a estos medicamentos tienen más posibilidades de dejar de fumar que quienes no lo hacen. Decirle a un fumador “no necesitas la nicotina” es mentirle, aunque sí es verdad que no la necesitan para siempre. Pero, en el momento en el que intentan abandonarlo, lo echaran de menos (Síndrome de abstinencia). Por eso, los medicamentos que se utilizan para este fin tienen en su composición la propiedad de aliviar parcialmente esta necesidad, sin crear otro problema puesto que a las dosis y en la forma en que se administran no suelen crear dependencia. La terapia de nicotina se usa 12 semanas y sirve para aguantar esos primeros meses sin el cigarrillo y sufrir menos al dejar de fumar.

El éxito de estos tratamientos se sitúa entre un 35 y un 40%, frente a las cifras de entre un 5 y un 8% estimadas para quienes lo hacen a base de fuerza de voluntad y algún consejo mínimo(15,16). Sus efectos secundarios, por otro lado, son similares o menores a los antidepresivos que usan millones de ciudadanos. Y en todo caso el riesgo es mínimo comparado con seguir fumando. Lo mejor es consultar con el médico acerca de la manera de abandonar el tabaco más conveniente para cada uno.

Existen otros fármacos, como el Bupropion y la Vareniclina que también han demostrado eficacia en el tratamiento del síndrome de abstinencia. La Vareniclina es el fármaco más moderno, por el momento, para este fin. Para evaluar la eficacia de un medicamento se tiene en cuenta la abstinencia continua, es decir que el fumador no haya dado ni siquiera una calada desde su último cigarrillo, de modo que se obtienen datos fiables de validación bioquímica. Uno de los más certeros es la Cotinina, metabolito de la nicotina que se puede medir en la saliva, aunque el más utilizado es el monóxido de carbono en el aire espirado. En cinco grandes estudios, la Vareniclina demostró resultados tres veces más eficaces que los obtenidos con la administración de un producto placebo y también mejoró, en algunos estudios, al Bupropion. Los principales efectos adversos fueron las náuseas, de intensidad leve a moderada, aunque remiten con el paso del tiempo, el insomnio, la cefalea y los sueños anormales. Al contrario de lo que ocurría con el Bupropion no tiene apenas interacciones con otros medicamentos por lo que sus riesgos son bajos(36,71).

Informes de la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias del Instituto de Salud Carlos III y diversos consejos nacionales avalados por las principales sociedades científicas han respaldado en España la eficacia de estos medicamentos. Agencias como la Cochrane Library o el National Institute for Clinical Excellence han hecho lo propio en el Reino Unido (NICE).

En conjunto, la información disponible es alentadora, pero hay que dejar claro que, aunque muchas personas perciben ansiedad y alteraciones del estado de ánimo; ni los tranquilizantes ni los antidepresivos han demostrado ser eficaces para la deshabituación tabáquica, si bien pueden estar indicados para tratar otros problemas latentes en la persona que fuma. No se debe confundir la ansiedad genérica, con la originada por el síndrome de abstinencia que causa la falta de nicotina.

“Solo quiero reducir a 3 o 4 cigarrillos al día”

Es el mito de las falsas soluciones. Cuando alguien piensa de este modo es que su decisión sobre la necesidad de dejar de fumar no está todavía madura. Los fumadores que reducen su consumo tienden a dar más caladas y más profundas y a apurar la colilla para intentar conseguir la dosis de nicotina anterior; pero con cada calada para aspirar nicotina inhalan sus correspondientes dosis de alquitranes, cancerígenos y tóxicos. En general quienes disminuyen el consumo, vuelven en poco tiempo a la misma cantidad previa o incluso más(49). Además, cuesta lo mismo reducir el número de cigarrillos diarios que dejar totalmente el consumo. Aunque un porcentaje pequeño de fumadores defienda esta fórmula, la mayoría explica que calcular cuándo toca el siguiente puede llegar a convertirse en una obsesión y no existe una cantidad mínima por debajo de la cual sea pequeño o desaparezca, así que reducir el consumo no elimina el peligro ni el deseo.

Lo mismo sucede con los cigarrillos “Light”, lanzados para retener como clientes a una parte de los fumadores más preocupados por la salud, ya que se presentaron como menos perjudiciales por su menor contenido en nicotina y alquitrán. Pero lo que ocurre es que, al pasar a cigarrillos más “suaves”, los fumadores aumentan el número de cigarrillos diarios para obtener la misma dosis de nicotina que antes. El resultado fue magnífico para el negocio: ¡vendieron más cajetillas!

Otro mito que circula periódicamente en España es que el tabaco rubio es más peligroso que el negro o lo contrario. Está claro que en esos momentos el fabricante local sólo producía negro y había que “proteger su negocio”. Ahora que la mayoría de la producción nacional es de rubio se puede difundir lo contrario.

Este tipo de disquisiciones tienen el enorme peligro de que aun siendo estudios de buena fe, pueden dar la sensación que hay un tabaco bueno. El mero hecho de investigarlo carece de sentido por completo, no aporta nada a la ciencia y es de intencionalidad dudosa. El único efecto posible es que algún fumador crédulo se salga de la sartén para caer en las brasas.

Un estudio danés, que investigó la causa de muerte de 20.000 personas a lo largo de quince años, avala esta tesis de que la disminución del consumo no es efectiva para aminorar el riesgo de desarrollar enfermedad respiratoria(133) .

“Dejar de fumar engorda”

Es una verdad a medias porque también es posible dejar de fumar sin engordar. En general, engordan más: quienes fumaban en mayor cantidad, quienes lo dejan sin ayuda y sin tratamientos y, sobre todo, quienes no tienen ningún cuidado en comer de forma más saludable o hacer ejercicio; como empezando por caminar en vez de coger el coche. También los que no usan tratamientos farmacológicos como los sustitutos de nicotina o el Bupropion.

Pero más de un tercio de quienes renuncian al cigarrillo no ganan peso.

En el libro DíaD: Nunca es demasiado tarde para dejarlo, desarrollamos ampliamente el control de peso durante la deshabituación tabáquica.

“Por uno no pasa nada”

Es el pensamiento que, por lo general, precede a las recaídas.

En el libro DíaD: Nunca es demasiado tarde para dejarlo, desarrollamos ampliamente este tema.

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